viernes, marzo 29, 2024
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Muchos estudiantes universitarios cubanos creen que su futuro no está en la Isla

Muchos estudiantes universitarios cubanaos creen que su futuro no está en la Isla

Más allá de cualquier ideología y clase social, una mayoría del estudiantado universitario reconoce que en Cuba no tendrá oportunidades profesionales

Por IVÁN GARCÍA

En una pared de la sala de conferencias en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, en Cuba, una pequeña tarja reza: «Julio Fernández Bulté excelente jurista, profesor y revolucionario cabal».

Cuentan que sus cenizas fueron esparcidas por el recinto universitario. Bulté no fue un abogado cualquiera. Es un referente para profesores y futuros licenciados. Y el summun plus ultra de la consagración al modelo castrista.

Su hijo Julio Antonio Fernández Estrada, graduado de Derecho en 1998 e Historia en 2003, es doctor en Ciencias Jurídicas y fue profesor de la Facultad de Derecho en la Universidad de La Habana (UH) entre 2012 y 2016. Luego cayó en desgracia. Su ‘delito’ fue escribir en sitios independientes y aspirar a una Cuba inclusiva y democrática.

En febrero de 2022, Fernández Estrada viajó a Suiza como refugiado político. Damián, quien fuera su alumno apuntó que “Bultico, como le decían, además de un brillante profesional es un ser humano increíble. Pero actualmente en la Facultad de Derecho está prohibido mencionarlo y hablar sobre él».

El régimen de la Isla es experto en borrar sucesos. Cuando discrepas o piensas diferente asesinan tu reputación. Te convierten en una ‘no’ persona, inexistente. Un fantasma. El modelo diseñado por Fidel Castro es solo para sus partidarios. Aunque en estos momentos el régimen está en caída libre. Su decadencia es notable.

En la primavera de 2022, la prioridad de un segmento amplio de los universitarios es tratar de sacar buenas notas que les permita aspirar a una beca en el exterior o emigrar después de concluir su carrera. Sarah, alumna de segundo año, aseguró a DIARIO LAS AMÉRICAS que “el 90% de los estudiantes tiene entre sus planes obtener una beca en una universidad de prestigio o irse del país incluso antes de terminar la carrera”.

Los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres. Y si hace dos décadas, rememoró Eusebio, licenciado en historia del arte, “la mayoría del alumnado apoyaba al proceso revolucionario, se consideraba marxista y anticapitalista ahora ocurre lo contrario. Mi hijo estudia en la universidad y cuestiona las estrategias políticas del Gobierno que considera absurdas, y critica la incompetencia de los dirigentes. Algo ha pasado».

Daniel, estudiante de tercer año, dice que en las tertulias universitarias “además de reprochar el mal desempeño de las instituciones del Estado, también se habla de democratizar el país”.

Misleydis, alumna de primer año, señala que la desigualdad social es notable en la Universidad de La Habana. “En mi aula casi la mitad tienen posibilidades económicas. Se visten bastante bien, con ropa de marcas como Shein, Zara o H&M, de bajo costo en el primer mundo, pero en Cuba son un indicador de estatus financiero. Quienes viven mejor tienen celulares iPhone, del 11 en adelante. Otros usan Samsung, Huawei o Xiaomi Redmi de última generación. Hay estudiantes que pueden gastar 1.000 pesos en un almuerzo o pagar 100 pesos por una bola de helado en un negocio privado, mientras la mayoría lleva su almuerzo o se compra un pan con mortadela, cuando lo venden, en la cafetería de la universidad”.

Raudel cursa el tercer año y considera que “el ámbito universitario actual es más liberal de lo que se puede suponer. Mis profesores alientan el libre debate. Existen estudiantes muy críticos con el desempeño del Gobierno e incluso apoyan las protestas del 11 de julio. Dos o tres maestros son un poco intransigentes, pero los otros. Algo curioso es que los jóvenes con menos posibilidades, que se quejan del caótico servicio de transporte público y están pendientes del pago del estipendio universitario, que aún no lo han dado, son los primeros en participar en actividades políticas de la FEU (única organización estudiantil universitaria permitida). Están más adoctrinados que aquéllos provenientes de familias con más poder adquisitivo. Los jóvenes de menos recursos suelen pensar que Cuba se encuentra amenazada por Estados Unidos, que el servicio militar es necesario porque disciplina a la juventud y justifican el mal trabajo del gobierno por el ‘bloqueo’ (embargo comercial estadounidense). A pesar de su mentalidad, también quieren irse del país”.

Misleydis comentó que todavía no ha conocido a un estudiante que no suspire por una beca universitaria en Estados Unidos.

En comparación con el caótico estado constructivo de casi todas de escuelas tecnológicas y preuniversitarias en la Isla, Richard, estudiante de segundo año, opina que «la Universidad de La Habana es como un hotel de cuatro estrellas. Las facultades y el parque aledaño están bastante limpios si lo comparamos con la suciedad en las calles habaneras. Sin embargo, en un aula caen goteras cuando llueve, las computadoras del laboratorio de informática son antiguas y en el Estadio Universitario Juan Abrantes las gradas están en peligro de derrumbe”.

Yulia, alumna de segundo año, se queja de que no hay internet gratis en la univesridad. “Hay una red inalámbrica, pero solo se puede usar para asuntos de la escuela. Puedes abrirte una cuenta para conectarte a internet a través de EVEA (Entorno Virtual de Enseñanza y Aprendizaje). Jamás la he usado, utilizo internet de datos de mi móvil donde puedo navegar sin restricciones”.

Los estudiantes consultados coinciden que la aptitud del claustro académico es correcta. “Excepto una profesora que raya en la mediocridad, la calidad del resto es buena, aunque tampoco para tirar cohetes”, dijo un alumno.

Para la mayoría del alumnado universitario, el transporte es un dolor de cabeza. “Tengo una compañera de aula que vive en Santiago de las Vegas -a 20 kilómetros de la universidad- sale a las cinco de la madrugada de su casa y regresa después de las ocho de la noche. Casi todos van a la universidad en ómnibus del servicio urbano. Algunos se pueden permitir pagar 100 o 200 pesos diarios en taxi colectivos. Y hay ‘hijos de papá’ que tienen autos o motos, pero son los menos”, explicó Sarah.

Saúl, alumno de cuarto año, señaló que «predominan los estudiantes blancos, después le siguen los mulatos o mestizos y muy pocos son negros, que son los más pobres».

A continuación, se refirió a la doble moral o simulación, que también existe en la universidad. Y puso de ejemplo a la presidenta de la Facultad de Derecho «que aparenta apoyar al Gobierno y vende ropas importadas en las redes sociales”.

Un exprofesor reconoció que “al finalizar la carrera, pesa más la lealtad política que el rendimiento académico. Un estudiante puede ser brillante, incluso terminar con diploma de honor, pero si no apoya al proceso, jamás accederá a puestos importantes de trabajo. En el modelo universitario cubano se permiten muchas cosas, menos oponerte al sistema”.

Una tarja atornillada en la sala de conferencias de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana es un mensaje directo para navegantes. Mientras al jurista Julio Fernández Bulté el régimen le reconoce sus méritos profesionales, su hijo Julio Antonio Fernández Estrada, alumno y exprofesor en la misma casa de altos estudios, se vio obligado a pedir asilo político en Suiza por promulgar una corriente de pensamiento que el régimen considera lesiva.

Más allá de cualquier ideología y clase social, una mayoría del estudiantado universitario reconoce que en Cuba no tendrá demasiadas oportunidades profesionales. Por eso la prioridad es estudiar y sacar buenas notas que les permita obtener una beca en Estados Unidos, Canadá o Europa. O emigrar una vez finalizada la carrera.

ESPECIAL

@DesdeLaHabana

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