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Repatriarse a Cuba sí, radicarse es otra cosa

«Me juré que nunca más iba a poner un pie en este país», recuerda Lázaro, camagüeyano de 48 años que emigró a finales de los noventa a Miami. Sin embargo, hace pocos meses cambió de opinión y comenzó el proceso legal para regresar a Cuba. «La tierra hala», comenta con una sonrisa mientras enseña su recién estrenado carné de identidad.

LUZ ESCOBAR

A finales de 2012, el promedio anual de emigrados que optaba por la repatriación apenas ascendía a un millar. Sin embargo, tras la reforma migratoria implementada por el Gobierno de Raúl Castro en enero de 2013, el número se ha disparado.

Durante una entrevista radial, el embajador de Cuba en Washington, José Ramón Cabañas, aseguró que desde inicios de 2015 y hasta la fecha unos 13.000 cubanos residentes en Estados Unidos volvieron a la Isla. Este fenómeno se repite también entre los emigrados en Europa y América Latina.

Las razones para el retorno van desde adquirir una vivienda hasta venir a pasar la vejez junto a la familia. Los repatriados recuperan también la asignación de una cuota en el mercado racionado y el derecho al voto.

El denominador común entre los retornados es que la mayoría solo opta por la repatriación después de adquirir una nacionalidad extranjera. «No es lo mismo volver a ser un cubano sato que regresar con un pasaporte yuma en el bolsillo», explica Lázaro, quien posee desde hace una década la ciudadanía estadounidense.

Aunque las autoridades cubanas no reconocen la doble nacionalidad, tener un pasaporte extranjero agiliza trámites, facilita viajar desde la Isla y puede abrir muchas puertas en las enrevesadas gestiones cotidianas.

En el caso de Lázaro, la motivación para volver va más allá de calmar la nostalgia. «Quiero comprar un apartamento y si no soy residente en Cuba, no puedo hacerlo», aclara. La ley que regula la compraventa de inmuebles solo reconoce ese derecho a los ciudadanos con residencia permanente en el país.

Desde que obtuvo sus documentos de identidad, el camagüeyano ha pasado pocas semanas en su tierra natal. «Ahora mismo no quiero vivir en Cuba», explica y agrega: «Lo que estoy haciendo es una inversión para el futuro, para cuando la cosa cambie y tenga sentido volver de verdad».

«Tengo un amigo ya jubilado que ha hecho todos sus trámites para repatriarse, porque tiene una pensión muy baja para Miami, pero aquí podrá vivir a cuerpo de rey», dice. Entre los móviles que mueven al pensionado, sostiene Lázaro, está la búsqueda de «una mujer más joven, porque se siente muy solo por allá».

La posibilidad de heredar propiedades, abrir un negocio privado o asistir a consultas médicas gratuitas también se cuentan entre los incentivos para el retorno.

Los repatriados gozan, además, de la prerrogativa de importar por una única vez un gran volumen de pertenencias. En la Aduana General de la República, Yipsi Hernández aclara que «el menaje no tiene límite de peso» y está «libre de impuestos». La funcionaria confirma que se puede importar «dos de cada tipo» de electrodomésticos.

Iliana Hernández acaba de repatriarse desde España. Su trámite duró cinco meses y para iniciarlo solo fue necesario ir ante un notario con la persona junto a la que iba a vivir, su madre, quien asumió la responsabilidad de su regreso al país.

«Con esa carta del notario y un sello de 100 pesos convertibles se debe ir a inmigración», explica. «Después de rellenar unas planillas, las autoridades entregan un papel para recoger el carné de identidad, que demora un promedio de seis meses».

El motivo del regreso de Hernández se centra más en el activismo social. «Quiero luchar por traer aquí la calidad de vida que hay en el extranjero», asegura. Recientemente, la deportista, que salió legalmente de Cuba después de un intento frustrado de nadar hasta la base militar de EE UU en Guantánamo, ha creado Lente Cubano, un proyecto audiovisual que reúne noticias y opiniones sobre variados temas.

Dice no sentir arrepentimiento por haber regresado. «A veces, cuando estoy montada en una guagua, extraño mi carrito. Esto es al duro y sin guante», porque «la calidad de vida se pierde totalmente».

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