jueves, marzo 28, 2024
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La inquietud se extiende entre los propietarios de paladares

Comida china, italiana o internacional llenan las cartas de las paladares cubanas, pero en estos días el temor se ha colado como plato principal en el menú de estos restaurantes privados. La joya de la corona del emprendimiento en la Isla vive momentos de incertidumbre después de que el Gobierno congelara la entrega de licencias para estos negocios por cuenta propia.

LUZ ESCOBAR

Los locales gastronómicos que en los últimos meses han visto desfilar por sus mesas a estrellas del pop, actores de Hollywood, figuras emblemáticas del rock y al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, viven momentos complicados.

Hasta la provincia de Camagüey ha llegado el sobresalto luego del cierre, a principio de este mes, de tres de las más importantes paladares que operaban en la ciudad. El Restaurante 1800 fue registrado por la policía, que confiscó parte del mobiliario y detuvo al dueño, Edel Izquierdo. Dos otras paladares, Mi Hacienda y La herradura de Papito Rizo, fueron también obligadas a cerrar.

La suspensión en la concesión de permisos para nuevos locales ha avivado los miedos sobre un posible paso atrás en las reformas emprendidas por Raúl Castro a partir de 2008. Aunque el oficialismo se ha apurado en aclarar que se trata de una medida temporal, una sensación de que el país vuelve a los tiempos de mayores controles se percibe por todos lados.

La vicepresidenta en funciones del Consejo de Administración Provincial en la capital, Isabel Hamze, declaró a la televisión nacional este miércoles que «de los 135 titulares (de paladares) nos reunimos con 129 para alertarlos de un grupo de problemáticas que empañan los servicios que ellos ofrecen y les explicamos que, terminados estos intercambios, se iba a realizar un control».

La funcionaria señaló que durante varias reuniones con dueños de locales privados se habló entre otros temas del consumo y expendio de drogas en el interior de los restaurantes, junto a las manifestaciones de prostitución y proxenetismo.

Hamze enfatizó que se debe estar alerta sobre quienes adquirieron «ilegalmente un dinero en Cuba o en el extranjero» para que no «venga a lavarlo o blanquearlo» en la Isla. «En ningún lugar del mundo el lavado de dinero es lícito y esto no se permitirá. No acusamos a nadie de ejercerlo, conversamos de dónde provienen esos capitales», aclaró.

«El Estado no puede competir con los privados, que en poco tiempo han logrado tener locales más eficientes y atractivos para los clientes extranjeros y nacionales», comenta a 14ymedio un camarero del céntrico restaurante Doña Eutimia, enclavado a un costado de la Catedral de La Habana. El hombre cree que la actual «tormenta pasará, porque de lo contrario sería ir contra los tiempos que corren».

La mayoría de los propietarios de estos locales privados prefiere guardar silencio. «El que se mueva no sale en la foto», bromea el dueño de un restaurante por cuenta propia ubicado en la calle 23. «Todo está parado porque nadie se atreve ahora mismo a destacarse», agrega. «El explote de las paladares viene porque algunas se han convertido en centros nocturnos, con una programación musical que atrae a mucha gente».

Según datos actualizados en La Habana laboran más de 150.000 trabajadores por cuenta propia, en 201 ocupaciones. Los restaurantes privados superan los 500 en toda la capital.

Las noches en que se alterna la buena mesa y una oferta que va desde el humor hasta espectáculos de magia o pasarelas de moda se han vuelto comunes en algunos locales. Por estos días en el célebre King Bar se hacen invitaciones para pasar el 30 de octubre una noche de Halloween con disfraces y algo de terror.

El Gobierno hace inspecciones para garantizar el estricto cumplimiento de las normas que rigen el funcionamiento de estos locales: no más de 50 sillas, límites en los horarios, y un abastecimiento exclusivo de productos comprados con factura en las tiendas del Estado.

Sin embargo, varios emprendedores consultados por este diario coinciden en las dificultades de administrar un restaurante privado siguiendo al pie de la letra la legalidad. El desabastecimiento que sufren frecuentemente los mercados en pesos convertibles, la inexistencia de un mercado mayorista y la prohibición de hacer importaciones comerciales, lastran el sector y los empujan al mercado informal.

En la oficina del Órgano de Trabajo y Seguridad Social de la calle B entre 21 y 23, en La Habana, este martes no era posible gestionar una licencia para abrir una paladar. «No se suspende al que ya tiene una licencia», pero «se ha paralizado la entrega de nuevas», aclaraba una funcionaria a los inquietos emprendedores que se acercaron hasta el lugar para tener más información.

La medida fue precedida por reuniones con los dueños de paladares en las que fueron advertidos de ajustarse a la ley, con la participación de funcionarios de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) y la policía. La respuesta se ha hecho sentir de inmediato en el menú de los locales más emblemáticos, que han reducido su oferta a la mercancía comprada en la red minorista estatal.

La langosta y la carne de res han sido de los primeros en desaparecer de las cartas de las paladares, ya que la mayor parte de estos productos son adquiridos en el mercado negro donde llegan después de burlar los controles policiales en las carreteras.

La ley penaliza con mucha severidad el hurto y el sacrificio ilegal de ganado vacuno, además de la «receptación ilegal» de ese tipo de mercancía. Debido a la disminución en el número de reses, un poco más de 4 millones en la actualidad, el Gobierno considera una violación muy seria del Código Penal cualquier irregularidad en la matanza y comercialización de estos animales.

Sin embargo, de los 1.700 restaurantes privados que cuenta el país muchos ofrecen los típicos platos conocidos como ropa vieja y vaca frita, entre otras ofertas hechas a base de carne de res. Ante la embestida actual de las autoridades, se extiende una consigna sigilosa: sobrevivir y esperar a que pase la tormenta.

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