Siempre estuvo la pregunta: ¿fue un hombre de Miami el topo de la CIA dentro del equipo de ladrones que entraron a la fuerza en las oficinas del Comité Nacional Demócrata (DNC) en el complejo de oficinas Watergate de Washington hace 44 años, lo que provocó un escándalo político que acabó con el presidente? Fiscales del Departamento de Estado e investigadores del Senado sospechan que sí lo fue, según un documento de la CIA recién desclasificado que se publicó el martes.
GLENN GARVIN
El sospechoso en cuestión era el activista anticastrista Eugenio Martínez, uno de los cinco ladrones, conocidos como los plomeros, arrestados mientras trataban de colocar una escucha telefónica dentro de las oficinas. Martínez también estaba en la nómina de la CIA como informante, con un sueldo de $100 semanales, en la comunidad cubana de exiliados en Miami.
Los fiscales estaban tan convencidos de que Martínez era un espía que enviaba información de las actividades del grupo a la CIA, que exigieron ver su expediente completo en la agencia.
Pero el principal abogado de la CIA, John S. Warner, en una acalorada reunión en 1973 con los fiscales, se negó de plano. “Warner dijo que bajo ninguna circunstancia la Agencia entregaría toda la información sobre las relaciones de la CIA con Martínez”, según el documento recién publicado. “Warner explicó que acceder a eso era muy difícil para la agencia porque sería traicionar la confianza de un agente”.
Tres semanas más tarde, el senador Howard Baker, de Tennessee, y el republicano de más rango en la comisión del Senado que investigaba Watergate, se centró en el posible espionaje de Martínez en una carta directa al jefe de la CIA, William Colby. “Si Martínez había indicado, insinuado o sugerido a cualquiera en la CIA o el gobierno sobre actividades clandestinas contra objetivos nacionales”, Baker quería saberlo, según el documento.
El documento no recoge la respuesta de Colby, pero afirma que el jefe dela CIA declaró sobre el asunto en una sesión secreta de la Comisión de las Fuerzas Armadas del Senado nueve días después, testimonio que nunca ha sido dado a conocer.
Martínez, que el mes pasado cumplió 94 años y todavía vive en Miami, siempre ha sido uno de los hombres misteriosos de Watergate. Participó en tres robos con el equipo, que –aunque algunos de los ladrones pensaban que trabajaban en operaciones de seguridad nacional a nombre del gobierno federal– en realidad recopilaba información de inteligencia política para el presidente Richard Nixon y su campaña de reelección de 1972.
Martínez, quien después de cumplir 15 meses de prisión por su papel en el escándalo de Watergate fue perdonado luego por el presidente Ronald Reagan, escribió un cuidadoso recuento en primera persona de los hechos para la revista Harper’s en 1974. El martes no fue posible contactarlo.
Después de salir de prisión, durante un tiempo fue vendedor de Chevy en la Calle Ocho.
Pero incluso nuevos e intrigantes hechos descubiertos por los historiadores –por ejemplo, la alegación de policías que arrestaron a los ladrones de que Martínez tenía llave de uno de los escritorios de las oficinas del DNC, lo que pudiera sugerir que los ladrones tuvieron ayuda desde adentro– no lo han hecho romper su silencio.
“Si lo ven en una fiesta y le hacen alguna pregunta, aunque sea casual, se limita a sonreír y cambia el tema”, dijo un conocido al Miami Herald.
El documento que revela el intenso interrogatorio a la CIA sobre el papel de Martínez en los robos es la propia historial secreta, de 155 páginas, de la agencia sobre su participación en los hechos de Watergate, que comenzó la Inspectoría General de la CIA en 1973 y no se concluyó después que su autor falleció en 1974.
Esa historia, buscada con ahínco por los historiadores y protegida fuertemente por la CIA, se obtuvo finalmente a través de una demanda presentada el año pasado por la organización conservadora Judicial Watch, que la dio a conocer el martes. Aunque estos días Judicial Watch es más conocida por buscar los correos electrónicos perdidos de Hillary Clinton, el grupo maneja casos históricos.
“Habíamos escuchado que los historiadores daban mucha importancia a este documento, que consideraban una pieza clave perdida del rompecabezas, de manera que presentamos una solicitud bajo la Ley de Libertad de Información”, dijo Chris Farrell, director de investigaciones de Judicial Watch. “Y cuando la CIA no respondió, presentamos la demanda, desafortunadamente la única forma de solucionar hoy en día los casos de información pública”.
Farrell dijo que parece que la CIA no entregó todo el documento, que menciona ocho apéndices que la agencia no proporcionó. “Estamos hablando de eso, y si tenemos que regresar a los tribunales para conseguir el resto, lo haremos”, dijo.
A pesar de la intrigante versión de las sospechas sobre Martínez, el documento no dice nada que cambie lo que se conoce sobre Watergate, aunque sí entrega más detalles. El documento en general apoya la alegación de la CIA de que, a pesar de la participación de varios antiguos empleados en los robos, no participó en Watergate.
“El único escándalo real aquí es que un documento de este tipo quede clasificado tanto tiempo cuando no tiene ningún secreto”, dijo Max Holland, editor de la circular digital Washington Decoded y uno de los historiadores de Watergate que anda tras la historia de la CIA desde hace años.
“Hay algunos detalles para los aficionados a Watergate”, dijo Holland después de leer el documento el martes. “Pero más importante, apoya en general lo que la CIA siempre ha dicho, que no sabía de antemano sobre los robos, que no sabía que antiguos empleados estaban involucrados, y que se resistió con fuerza a quedar involucrada cuando el gobierno de Nixon trató de bloquear la investigación del FBI diciendo que era una operación secreta de la CIA”.