Durante un tiempo Saúl Berenthal y Horace Clemmons fueron el rostro del deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
MICHAEL WEISSENSTEIN
Los empresarios de software retirados captaron encabezados noticiosos en todo el mundo al ganar el permiso del gobierno de Barack Obama de construir la primera fábrica estadounidense en Cuba desde 1959. Las autoridades cubanas elogiaron sus planes de armar tractores pequeños en la Zona Especial de Desarrollo Mariel al oeste de La Habana.
Pero después de más de un año de cortejo, el gobierno cubano le dijo a Berenthal y a Clemmons que abandonaran sus planes de construir tractores en Cuba, sin darles ninguna explicación, dijo Berenthal el lunes.
Hace mes y medio, los primeros tractores comenzaron a salir de la línea de ensamblado… pero en el poblado de Fyffe, en Alabama, que tiene unos 1.000 habitantes.
«La producción de los tractores en Mariel no iba a ocurrir», dijo Berenthal.
Tras dos años de la campaña de Obama para normalizar las relaciones diplomáticas con Cuba, su iniciativa encaminada a ampliar los vínculos económicos está dando pocos resultados. Salvo por algunos acuerdos llamativos para grandes marcas estadounidenses, el comercio formal entre los dos países sigue siendo mínimo.
El ánimo estaba apagado entre las compañías estadounidenses que exponían sus productos y servicios en la Feria Internacional de La Habana, la mayor feria comercial de interés general de la isla. Mientras Cuba anunciaba con fanfarrias los nuevos acuerdos alcanzados con Rusia y Japón, los representantes corporativos estadounidenses a cargo de puestos de exhibición en un pabellón compartido con Puerto Rico dijeron que veían pocas perspectivas a corto plazo para hacer negocios con Cuba.
«Sabemos que tenemos que estar aquí, mostrar nuestra disposición de estar aquí», dijo Diego Aldunate, director para Latinoamérica de las pinturas Rust-Oleum, con sede en Illinois.
Él y un colega, Óscar Rubio, indicaron que estaban aguardando que posibles clientes del pequeño sector de cooperativas propiedad de los trabajadores de Cuba se detuvieran en su puesto de exhibición, pero para media tarde no había llegado nadie.
El gobierno cubano mantiene un monopolio en las importaciones y exportaciones y en prácticamente todas las ventas de productos dentro del país, lo que convierte a la burocracia estatal en el árbitro final de los negocios que se concretan.
«Lo complicado es que el distribuidor es el gobierno y no sabemos cómo va a funcionar», dijo Rubio.
Obama ha implementado seis rondas de regulaciones que hacen perforaciones en el embargo comercial que Estados Unidos le impuso a Cuba hace medio siglo, las cuales ya permiten importaciones y exportaciones, ventas al gobierno socialista e inversión estadounidense limitada en la isla. Cuba ha autorizado que operen en su territorio los hoteles Starwood, el servicio de reserva de viviendas Airbnb y 10 aerolíneas de Estados Unidos.
Las autoridades cubanas culpan a las cláusulas restantes del embargo como el verdadero obstáculo a un mayor comercio con el país norteamericano, y constantemente critican lo que llaman «el bloqueo».
«El bloqueo permanece vigente debido al absurdo bloqueo comercial y financiero», afirmó Rodrigo Malmierca, secretario de Comercio, en la ceremonia inaugural de la feria el lunes. «Este provoca grandes daños al pueblo cubano y es el principal obstáculo en el proceso hacia la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos».
Los observadores hacen notar que el pequeño pero creciente sector privado de Cuba ha podido florecer y producir decenas de miles de empleos nuevos a pesar de las constricciones del embargo. Una cantidad incalculable de millones de dólares ha fluido a Cuba en los últimos dos años, la cual ha financiado miles de nuevos hostales pequeños con desayuno incluido y decenas de nuevos restaurantes en la capital a medida que el deshielo con Estados Unidos desata un auge en el turismo hacia la isla.
Algunos ven el estancamiento del comercio oficial con los estadounidenses como una decisión consciente del gobierno cubano para limitar el comercio a algunos mordiscos de alto perfil a la manzana mientras canaliza la mayoría de los negocios hacia compañías europeas y asiáticas, con el fin de mantener a la comunidad empresarial norteamericana hambrienta de obtener más y presionar al Congreso para que ponga fin al embargo.
«El gobierno cubano está utilizando el interés que tienen las empresas estadounidenses como el cebo para atraer el interés de las compañías de otros países», dijo John Kavulich del Consejo Económico y Comercial entre Estados Unidos y Cuba, un grupo privado que produce análisis —escépticos, en su mayor parte— de las perspectivas de comercio entre ambos países.
«El gobierno cubano está diciendo: ‘No le demos nada más de lo absolutamente necesario a las compañías estadounidenses’, de forma que las empresas sigan salivando a la espera de oportunidades potenciales ilusorias. Hay más inspiración y aspiración que realidad», agregó.