El plan de Exteriores para recuperar el Peñón tras el Brexit incluye doble nacionalidad y autogobierno similar al actual
En el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación reina el convencimiento de que el Brexit, con todos sus inconvenientes, ofrece la oportunidad de resolver un contencioso que viene envenenando las relaciones hispano-británicas desde hace siglos. La oportunidad la brinda un hecho incuestionable: los lazos que unen a Gibraltar con la Unión Europea son a través del Reino Unido. Si este sale de la UE, Gibraltar sale también. Es lo que ha causado alarma en el Peñón, donde buscan desesperadamente fórmulas para evitar esa salida, sin encontrarla, pues la realidad es tan dura como la misma Roca: la salida del Reino Unido de la UE deja a Gibraltar «colgado de la brocha».
Este argumento ha hecho pensar a nuestra diplomacia que llega la hora de resolver un conflicto centenario entre dos de las más viejas naciones europeas. Hubo oportunidades anteriores. La más importante, la apertura de la Verja; luego, las declaraciones de Lisboa (1980) y de Bruselas (1984), en las que el Gobierno británico se comprometía a iniciar negociaciones sobre el Peñón «dentro de un espíritu de amistad y de acuerdo con las resoluciones pertinentes de Naciones Unidas». Pero todas se evaporaron ante la negativa inglesa de dar ese paso sin el visto bueno de los gibraltareños, que nunca renunciarán al privilegio de vivir en el mejor de dos mundos: al amparo del Reino Unido y a costa de España.
Cuando más cerca estuvo el acuerdo fue en la negociaciones de los ministros Piqué-Straw en los años 2000-2001, bajo el paraguas de las buenas relaciones personales Aznar-Blair. Fue cuando la cosoberanía del Peñón surgió como una salida consensuada. Pero tampoco hubo acuerdo, al retirarse los ingleses a sus trincheras, alegando su obligación con los gibraltareños. De todas formas, la cosoberanía sigue siendo la opción más viable, de ahí que se insista en ella y la oferta que España piensa hacer a estos copia y amplía las anteriores: una doble nacionalidad española y británica y un estatuto de autonomía que les permita mantener prácticamente su régimen de autogobierno actual, garantizado por una declaración conjunta de los gobiernos británico y español en Bruselas y Naciones Unidas.
Los obstáculos a salvar son la duración de la cosoberanía, que Madrid quiere limitada mientra Londres insiste en que sea indefinida, y la insistencia inglesa en que los gibraltareños aprueben el acuerdo. Algo que muy probablemente rechazarán.
¿Por qué insiste la diplomacia española en la fórmula? Porque el Brexit cambia por completo las relaciones Reino Unido-Unión Europea, incluido el contencioso de Gibraltar. Los británicos consideraron en su momento un triunfo que, al negociar su entrada es la UE, consiguieran que esta reconociese al Peñón como «un territorio europeo cuyas relaciones exteriores asume un Estado miembro». Un estatuto distinto al de «colonia» que le da la ONU. No contentos con ello, lograron que Gibraltar conservara su privilegiado estatuto, no estando sometido a la «política aduanera, comercial, presupuestaria, e incluso agrícola (¡como si tuviera agricultura!) comunitaria», ni los que vinieran como el Acuerdo de Schengen.
Cuando España ingresó en la UE se la obligó a aceptar las condiciones especiales para Gibraltar, lo que le ha permitido seguir disfrutando de su estatus a costa de España y de Europa. Pero la avaricia rompe el saco, y gibraltareños e ingleses han caído en su propia trampa: como queda dicho, si el Reino Unido se va de la Unión Europea, Gibraltar se va también, a menos que otro «país miembro» de la Comunidad asuma sus relaciones exteriores. Supongo que España estaría dispuesto a ello de alcanzarse el acuerdo sobre la co-soberanía, pero no creo que los gibraltareños, al menos en la situación actual, lo acepten, así que deben de atenerse a las consecuencias: Brexit is Gibraexit. Y España queda automáticamente liberada de sus compromisos respecto a Gibraltar, volviéndose a lo que había: el Tratado de Utrecht y las resoluciones de la ONU, olvidándonos de Lisboa, Bruselas, Córdoba y demás trampas en que caímos.
El Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación no se equivoca al decir que es una ocasión única, y puede última, de solucionar el contencioso de manera justa y razonable. Con casi medio siglo de seguirlo a cuestas, mi temor es que ocurra lo que tantas veces anteriores: que los ingleses, a los que en dureza negociadora pocos ganan, consigan de la UE una salida favorable no solo para ellos -quedarse con lo que les interesa de la Comunidad y deshacerse de lo que les molesta-, sino también para Gibraltar, logrando que mantenga su estatuto especial en vez de salir con ellos. Exteriores lo sabe y se dispone a actuar con igual dureza, llegando, si es preciso, a bloquear el acuerdo de Brexit del Reino Unido si no se respetan los derechos de España, como ha hecho en las negociaciones sobre el «cielo único europeo». Vamos a ver si es así y resistimos las presiones que van a llegarnos por todas partes.
Los gibraltareños son conscientes de ello y han movilizado todos sus recursos, que son muchos, desde Washington a Bruselas, para mantener sus privilegios, incluyendo lo que llaman «la importancia estratégica de la base de Gibraltar», que ni de lejos puede competir con las de Rota y Morón. Al mismo tiempo, barajan todo tipo de soluciones diplomáticas, desde la posibilidad de incorporarse totalmente al Reino Unido, lo que no sabemos si este aceptaría, a firmar el Tratado de Schengen, lo que les privaría de sus ventajas financieras. Aunque su arma secreta, en la que más confían, es otra. Picardo se ha gastado un dineral en su entorno, que llega nada menos que a Sevilla. El PSOE, y no digamos Podemos, apoyan la «política de buena voluntad y vecindad» con la colonia británica, escudándose en los trabajadores españoles en ella, cuando se trata de hacerles colonos de una colonia. Movilizan también al Grupo Transfronterizo, cuyo objetivo es permitir al Peñón mantener su estatuto dentro de la UE al tiempo que sus lazos con el Reino Unido. No me atrevo a hacer una predicción. Sólo desearía que el actual ministro de Exteriores español no se añadiera a la lista de los que han sido engañados, consciente o inconscientemente, por sus colegas británicos.
Las condiciones de España
Cosoberanía temporal. La cosoberanía sería limitada. En unos años España la ejercería de forma plena.
Doble nacionalidad. Los ciudadanos de Gibraltar obtendrían la nacionalidad española y conservarían la británica.
Estatuto de autonomía. Un estatuto de autonomía les permitiría mantener prácticamente su régimen de autogobierno actual, garantizado por una declaración conjunta.
Las condiciones de Reino Unido
Cosoberanía ilimitada. Londres no está dispuesto a aceptar que un día tengan que perder la soberanía sobre el Peñón. Por eso insisten en que solo puede haber cosoberanía si es ilimitada en el tiempo.
Gibraltar votaría. El Reino Unido exigirá que todo acuerdo pase por los gibraltereños, quienes tendrían que aprobar el nuevo estatus. Mientras que España quiere una negociación bilateral, entre estados, Londres obliga a que haya tres sillas en la mesa.