Flynn, es el primer alto funcionario en una administración, sea demócrata o republicana, despedido por mantener contactos no autorizados, no necesariamente ilegales, con un país adversario de EEUU como es Rusia.
Uno de los más firmes colaboradores del presidente Donald J. Trump, el asesor de Seguridad Nacional, exgeneral Michael Flynn, ha renunciado en la noche de este lunes a su cargo, tras una incisiva investigación y conclusión de la comunidad de inteligencia que le recrimina por la forma en que sus contactos, no autorizados, con diplomáticos rusos se transformaron en una debilidad para la Administración.
El ahora exasesor ha sido sustituido de inmediato por el general Keith Kellogg, de 72 años, un oficial del ejército que estuvo, discretamente, al frente del equipo de transición presidencial entre la administración de Barack Obama y la actual, dedicándose particularmente al estudios de los temas de defensa.
Flynn, un exdirector de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), es el primer alto funcionario, de primera línea, en una administración, sea demócrata o republicana, despedido por mantener contactos no autorizados, no necesariamente ilegales, con un país adversario de Estados Unidos como es Rusia.
La crisis despegó cuando Flynn negó haber mantenido contactos con el embajador ruso aun antes de que Trump asumiera la presidencia. Incluso, mintió al vicepresidente Michael Pence y lo llevó a no decir la verdad en una entrevista.
Se asume por la mayoría de los analistas del país, que Trump no estuvo al tanto de esos contactos pero la renuncia de Flynn termina por colocar un manto de silencio sobre el detalle.
Todo comenzó a explotar este lunes cuando la Casa Blanca no pudo ocultar ser un hervidero de rumores sobre el futuro de Flynn, quien por fin admitió en privado, según las versiones, que ha discutido con el embajador ruso en Washington la posibilidad del levantamiento de las sanciones a Rusia antes de que el presidente Trump asumiera el poder.
El ‘Acta Logan’, aprobada en enero de 1799, prohíbe que un ciudadano estadounidense interceda ante un Gobierno extranjero en nombre del Gobierno de Estados Unidos. Al parecer, cuando todavía era un mero operativo de la campaña presidencial de Trump, el exgeneral Flynn conversó en noviembre y diciembre telefónicamente con el embajador Sergey Kislyak sobre la posibilidad de un levantamiento de las sanciones implantadas por el expresidente Barack Obama, después de que la comunidad de inteligencia demostró que Moscú estuvo detrás de una amplia operación de influencia de las presidenciales para favorecer al candidato republicano.
Flynn inicialmente negó que hubiera abordado el asunto con el embajador ruso, lo cual llevó al vicepresidente Mike Pence a asegurar en una entrevista a la cadena CBS que el actual asesor de seguridad nacional jamás había abordado el tema. Posteriormente, Flynn aceptó que algo habían hablado pero la semana pasada rectificó y dijo que no es acordaba si lo había hecho o no.
Pence, literalmente, puso ‘las manos en el fuego’ por Flynn y ahora se encuentra en la disyuntiva de haber dado la cara por algo que no es, a todas luces, verdadero. «El vicepresidente está muy molesto, pero muy molesto», dijo un funcionario de la administración a la cadena Fox. Según la cadena, el ahora exasesor nacional de Seguridad se ha disculpado con Pence pero no está claro si el vicepresidente ha cerrado el asunto.
El lunes a media tarde se supo que Trump no estaba contento. «El presidente está evaluando la situación», dijo en un comunicado el portavoz presidencial, Sean Spicer, adelantando los detalles de la crisis que se desarrolló horas después.
«(Trump) está en conversaciones con el vicepresidente Pence sobre las explicaciones que le dio el general Flynn (por los contactos con los rusos), así como con otras personas sobre lo que él (Trump) considera lo más importante en medio de todo esto: nuestra seguridad nacional», agregó el portavoz de la Casa Blanca en un comunicado.
Esta declaración contradijo otra efectuada horas antes por la asesora política presidencial a la cadena MsNBC, Kelyanne Conway, la exdirectora de la campaña presidencial de Trump, quien dijo que el presidente mantenía «toda su confianza» en Flynn. Según la cadena CNN, Trump habría manifestado en privado su «inconformidad» con todo el asunto.
El lunes, durante la rueda de prensa con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, Trump llamó a hacer preguntas únicamente a dos reporteros de medios de prensa que le son afines, con lo cual garantizó que el tema de Flynn no saliera a relucir. Lo mismo sucedió el sábado durante otra rueda de prensa junto al primer ministro japonés Shinzō Abe.
«En dos ruedas de prensa en cuatro días, Trump llamó exclusivamente a medios conservadores que no le preguntaron nada sobre Flynn, aunque los periodistas (después) le gritaron la pregunta», se quejó la corresponsal del servicio de noticias Bloomberg en la Casa Blanca, Jennifer Epstein. El tema ha ocupado la aplastante mayoría de los comentarios de las grandes cadenas de televisión de todo el abanico político.
«¿No hay preguntas sobre la situación de Flynn aunque es el tópico principal de todos los programas de televisión? ¿Todas estas preguntas han sido sembradas por Washington?», se preguntó el corresponsal de seguridad nacional de la cadena Fox, Jennifer Griffin en su cuenta Twitter.
Lo mismo piensa el The New York Times. «Al escoger los reporteros, Trump logra sortear una rueda de prensa sin que le pregunten sobre Flynn», dijo su corresponsal en la mansión presidencial, Peter Baker.
Al final, con la ausencia de respuestas parece que el cuestionamiento de la prensa no estuvo fuera de lugar. «Donald Trump ha efectuado su primer despido y ha sido un despido fuerte», ha comentado el analista del Centro Ford, Michael Watson, a la cadena Fox.