viernes, marzo 29, 2024
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Piden expulsar a Venezuela y Cuba del Consejo de Derechos Humanos de la ONU

El Center for a Free Cuba (CCF) celebró la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU

La organización Center for a Free Cuba (CCF) pidió este viernes la expulsión de China, Cuba y Venezuela del Consejo de Derechos Humanos de la ONU con el objetivo de «limpiar el disfuncional Consejo de Derechos Humanos para que pueda cumplir con sus deberes en este momento crítico».

El CCF celebró la expulsión de Rusia del Consejo y dijo que se basa en las «violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos» a propósito de la invasión a Ucrania, reseñó Impacto Venezuela.

«El Centro por una Cuba Libre (CFC), organización colaboradora en la Cumbre de Ginebra por los Derechos Humanos y la Democracia, saluda y se une al llamado de UNWatch para expulsar a China, Cuba, Eritrea, Libia, Mauritania y Venezuela del Consejo de Derechos Humanos de la ONU», dijo John Suárez, director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre.

De acuerdo a la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre Venezuela de la ONU, en el país caribeño existe una arremetida contra opositores por parte de las fuerzas de seguridad y grupos armados afines al régimen, que cometen abusos como ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas de corto plazo, detenciones arbitrarias y torturas.

La emergencia humanitaria ha privado a millones de personas del acceso a servicios de salud básicos y una alimentación adecuada. El éxodo masivo de venezolanos ha generado la mayor crisis migratoria en América Latina, con más de seis millones de personas que han huido del país.

Entretanto, el consejo para la transición democrática en Cuba realizó una declaración abierta donde expone razones contundentes con este fin. Reproducimos el texto:

Cuba debe de acompañar a Rusia en la puerta de salida

Declaración Consejo de Derechos Humanos

En el año 2020 varias Organizaciones No Gubernamentales, instituciones de la sociedad civil y de la comunidad pro democrática del mundo nos opusimos a que países como China, Rusia y Cuba entraran a formar parte, en algunos casos por segunda y tercera vez, del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

En el caso de nuestro país, ya en julio de 2019 más de 2000 ciudadanos y ciudadanas, y activistas de la sociedad civil, firmamos una Carta Abierta dirigida a Michelle Bachelet, Alta Comisionada del Consejo de Derechos Humanos, solicitándole una visita a Cuba a propósito de la que había realizado poco tiempo antes a Venezuela. Casi un año después, en junio de 2020, cerca de 600 cubanos y cubanas firmamos otra Carta Abierta expresando entonces profunda preocupación por la facilidad con que estos países, práctica y estructuralmente violadores de los derechos humanos, ocupaban posiciones de garantes en un ámbito en el que están a la cola del mundo. En ella éramos al mismo tiempo propositivos: adelantábamos la necesidad de profundas reformas en el Consejo de Derechos Humanos.

Para 2020 Rusia había acumulado un historial de violador de la Convención de Ginebra sobre conflictos armados por su actuación en Chechenia, Georgia y Moldavia, se había anexado Crimea y había participado en ataques indiscriminados en Siria. China, por su parte, era considerado uno de los países más abusivos del mundo y a Cuba se le recriminaba por su sistemática persecución de periodistas y manifestantes, y por la violación de derechos civiles de los cubanos; contrario incluso a su propia Constitución.

Pero el Consejo de Derechos Humanos ha continuado aferrado más a la razón de Estado que a la razón humanitaria, que es su basamento. La mejor prueba es que el Consejo no puso en discusión la participación de Rusia, quien inició el siglo XXI con sus viejos impulsos imperiales, a partir de un importante precedente: la expulsión de Libia en 2011 cuando su gobierno desató la guerra contra su propio pueblo.

La situación solo ha ido a peor. Estos gobiernos no han llegado al final de su mandato y los peores presagios se han hecho realidad. China fue el germen de una pandemia universal que se ha cobrado millones de muertes, y su opacidad y falta de transparencia no nos ha permitido saber cómo y por qué ocurrió. Cuba ha recrudecido la represión y tiene encarcelados a cientos de ciudadanos inocentes, con alarmantes y elevadísimas sentencias, por manifestarse pacíficamente pidiendo libertad, y su maquinaria apisonadora continúa cercenando derechos con el encarcelamiento reciente de importantes líderes como José Díaz Silva y con los juicios a celebrar contra Maykel Castillo y Luis Manuel Otero, líderes del Movimiento San Isidro, y contra el periodista independiente Lázaro Yuri Valle Roca. Y fundamentalmente Rusia, que ha invadido injustificadamente una nación vecina, Ucrania, violando su soberanía e integridad territorial, masacrando a miles de civiles y provocando el éxodo de millones de sus ciudadanos. Y si bien su suspensión del Consejo de Derechos Humanos es la respuesta lógica frente a semejantes crímenes de guerra, constituye una segunda derrota para la comunidad internacional que una entidad como el Consejo, que se constituye para promover y defender valores, admita en su seno a países y a gobiernos que destruyen el primer derecho humano, el derecho a la vida, y la convivencia pacífica de comunidades cívicas, religiosas, políticas y culturales enteras.

Los derechos humanos se sitúan antes de la guerra para, entre otras cosas, prevenirlas, justo porque la preocupación universal por ellos nació de la brutal experiencia de una guerra. Esta suspensión de Rusia debe llevar a una profunda reflexión y consiguiente reforma del Consejo de Derechos Humanos. El gobierno cubano, casi un decano de este organismo de Naciones Unidas, rechazó la suspensión de aquel país aduciendo que, y citamos, “Hoy es Rusia, pero, mañana puede ser cualquiera de nuestros países”. Es evidente que, con esta delación del subconsciente, le preocupa su estatus inmerecido tras el profundo debate que podría sobrevenir sobre la composición del Consejo de Derechos Humanos, en un momento en el que parece obvio llegará una redefinición fundamental de las relaciones internacionales.

El Consejo para la Transición Democrática en Cuba cree que el gobierno cubano debe acompañar al de Rusia en la puerta de salida. El asiento que vienen ocupando allí por tercera ocasión no le corresponde. Si la suspensión de Rusia sienta el importantísimo precedente de que la condición de potencia ya no será más una garantía de impunidad, se puede abrir la discusión sobre la participación misma de actores vasallos que dentro del Consejo mismo no tienen escrúpulos en apoyar y solidarizarse con los crímenes de guerra, y que en sus países no hacen otra cosa que violar masiva y descaradamente su propia Constitución y los derechos humanos.

Ya en el año 2006, en el mismo año de creación del Consejo de Derechos Humanos, una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció que se podía suspender los derechos de membresía de un país si este «comete violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos». Sucedió así en 2011. Vuelve a ocurrir en el 2022. La oportunidad para que las Naciones Unidas clarifique su misión, recalibre sus propósitos y recupere sus valores pasa por discutir con seriedad la permanencia en el Consejo de Derechos Humanos de gobiernos que simplemente se niegan a respetar a sus ciudadanos y ciudadanas.

Después del 11 de julio, el gobierno de Cuba no debería continuar como fiador en un lugar que debe ser destinado exclusivamente para quienes promuevan, garanticen y defiendan todos los derechos humanos para todos y todas.

Firman:

Marthadela Tamayo Elena Larrinaga

Vicepresidenta Primera Secretaria de Relaciones Exteriores

Juan A. Madrazo Sara Cuba

Secretario de Diversidad y Derechos Humanos Secretaría de Género

FUENTE: IMPACTO VENEZUELA

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