Los saltos de júbilo, el abrazo, la emoción desbordada por los ojos. Todo, por fin, tenía sentido. Las lesiones, la dolorosa ausencia de Londres 2012, las dudas en su llegada a Río.
Todo se desvaneció de repente, cegado por el brillo de una medalla de oro que todavía deslumbró más porque no estaba solo en su hazaña, sino junto a su mejor amigo, Marc López, para que el recuerdo de esta noche se quedara grabada para siempre en su amistad.
No había sido un ciclo olímpico, sino dos, los que había esperado Rafa Nadal para disfrutar de otra experiencia en unos Juegos. Tanto le había marcado la de Pekín 2008 que esta vez quiso compartirla con López. Fue el balear quien lo eligió como compañero, y el barcelonés le correspondió con una entrega total en su primera participación olímpica. Y la aventura no ha podido tener mejor final. Ante la pareja rumana, Horia Tecau y Florin Mergea, los españoles demostraron su complicidad innata en la pista, fruto de las bromas, los viajes y las confidencias que comparten fuera de ella.
Solo habían pasado dos horas y media desde que Nadal terminara su partido del cuadro individual. Una victoria contra Thomaz Bellucci que lo sitúa en las semifinales y que lo desgastó durante otras dos horas. Sin embargo, la emoción por saltar a la pista por un oro pudo más. Además, contaba a su lado con su escudero, quien ya había advertido en las rondas anteriores que se encargaría de llevar el peso del encuentro si hacía falta. «Aunque con Rafa es que tú eres peor jugador siempre», sonreía ante la declaración.
Maxima tensión
Llegados a este punto no iban a dejarse nada en la reserva. Querían el oro y fueron a por él con toda la ilusión que les reportaba compartir una gesta tan bonita. En apenas 33 minutos lograron el primer set. Fueron agresivos y precisos en la red, batalladores y pacientes en la retaguardia, ágiles en sus movimientos. Buscaron los huecos, inventaron los globos, completaron los vacíos del otro, celebraron los puntos y animaron tras los errores. Sin embargo, los rumanos también reclamaron su parte de protagonismo y comenzaron a encontrar las heridas de Nadal, que cedió ante el cansancio en el segundo set, y los nervios de López.
Mergea lideró la remontada. Se pusieron por delante con una rotura en el cuarto juego y los españoles desperdiciaron hasta tres opciones de recuperar la desventaja. El oro, al tercer set. No hay aventura con final feliz sin trampas en el camino. Tocó sufrir, muchísimo. Los rumanos apretaron por todos los frentes, pero Nadal y López no estaban dispuestos a ceder. Tras dos horas de pelea, el desgaste se dejó notar en ambas parejas: errores, imprecisiones y servicios inconsistentes. El balear se golpeó en el pecho al salvar un break. El orgullo español por encima del cansancio. Y la pista central correspondió al empuje. El pequeño grupo rumano, tan agitado en el segundo parcial, se fue enmudeciendo por los aplausos y los gritos de «España, España», mayoritarios en la pista central del Centro Olímpico de Río. Para añadir épica, la pareja española logró dos bolas de partido, difuminadas en sendos remates cerca de la red que obligó a apaciguar el ritmo cardiaco para iniciar de nuevo el ataque. A las dos y 40 minutos en España, Nadal y López, López y Nadal consiguieron una tercera oportunidad que finalizó, por fin, con los dos tenistas rendidos al cansancio, la emoción y el oro. El abrazo compartido después de la tensión, la emoción desbordada. Todo tenía sentido. El oro en el pecho de estos dos amigos que forjan juntos historia para España.