El papa Francisco canonizó hoy a la madre Teresa de Calcuta, de quien destacó que se hizo oír ante los poderosos culpables de crear la pobreza, en una ceremonia en la Plaza de San Pedro a la que asistieron más de 100.000 personas.
CRISTINA CABREJAS
Francisco reconoció que será difícil llamarla «santa Teresa» porque «su santidad fue tan cercana a nosotros, tan tierna y espontánea que se le seguirá llamando madre, madre Teresa».
El papa elogió hoy durante la homilía de la canonización la labor de la madre Teresa «en defensa de la vida humana», desde aquellos no nacidos a los descartados.
Francisco destacó que durante toda su vida estuvo «a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada».
El pontífice valoró de la monja premio nobel de la Paz en 1979 su lucha contra el aborto y cómo siempre aseguraba que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre».
Y recordó también cómo «se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado».
Francisco hizo hincapié, pronunciando con fuerza y repitiéndolo, que la madre Teresa «ha hecho sentir su voz a los poderosos de la Tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos».
«Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres», señaló.
El papa explicó que la figura de la madre Teresa será la santa de «todo el mundo del voluntariado» y les instó a «que ella sea vuestro modelo de santidad».
«Que esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo, y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión», abogó.
Recordó que la madre Teresa amaba decir: «Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír» e invitó entonces a llevar «en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren».
«Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura», concluyó su homilía el papa.
La madre Teresa de Calcuta se ha convertido en santa 19 años después de su muerte, el 5 de septiembre, y tras un rápido proceso de canonización ya que fue proclamada beata el 19 de octubre de 2003 en otra ceremonia multitudinaria en el Vaticano.
Un proceso para el que se han necesitado dos milagros aprobados -uno para la beatificación y otro para la canonización- y que han sido la «curación inexplicable» de una mujer india de religión animista, Mónica Bersa, de 34 años, que padecía un tumor en el abdomen del que sanó en 1998, y del brasileño Marcilio Andrino, que se curó de una grave infección cerebral en 2008.
La canonización de la madre Teresa fue el acto más importante y multitudinario de este Jubileo de la Misericordia, instituido por Francisco.
La madre Teresa, con su labor de ayuda a los más pobres y desfavorecidos en las calles de Calcuta, pero también en todo el mundo con sus centros de las Misioneras de la Caridad, es para la Iglesia católica el símbolo de lo que debe ser la misericordia sobre la que Francisco ha querido hacer hincapié en este Año Santo.
Por ello, uno de los sectores más cercanos al altar fue reservado para 1.500 personas sintecho atendidas por las hermanas de la madre Teresa en varias ciudades italianas y que han llegado en autobuses a Roma para asistir a la canonización, y a las que después se les ofrecerá un almuerzo a base de pizza en el Vaticano por voluntad del papa.
Junto con Francisco concelebraron esta ceremonia 70 cardenales, 400 obispos y 1.700 sacerdotes.
Entre las personalidades asistentes a la canonización destacó la reina Sofía, que se encontraba en primera fila en el sector reservado a delegaciones extranjeras y quien saludó al pontífice antes de la ceremonia.
La figura de la madre Teresa también inspiró al papa a recordar tras la misa «a los que ofrecen su servicio a los hermanos en situaciones difíciles y peligrosas» y «a tantas religiosas que donan sus vidas sin escatimar esfuerzos».
Y recordó y pidió rezar por la misionera española Isabel Solá, asesinada el viernes en Puerto Príncipe, y el resto de religiosas que han sufrido violencia.