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Cuba: Inevitable período de tránsito entre el capitalismo y el capitalismo

Cuba: Inevitable período de tránsito entre el capitalismo y el capitalismo

Las transformaciones sociales obedecen a razones multicausales, pero el auge de los propietarios privados fue uno de los principales catalizadores del cambio en los países socialistas de Europa del Este. El caso cubano no será la excepción

Por EDUARDO MORA BASART

Jueves 12 de enero del 2012. La Habana disfrutaba un sorbo de ese esporádico halo invernal que acompaña al primer mes del año. La apertura de las puertas de unos de los salones de protocolo del aeropuerto internacional José Martí deja entrever al escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien arriba para integrar el jurado del premio Casa de las Américas.

Desde la elocuencia de su discurso adujo dos ideas que sobresaltaron a los presentes: sus diferencias con la revolución cubana y una sui generis definición del socialismo, al referirse a su caída en los países de Europa del Este, como período de tránsito entre el capitalismo y el capitalismo. Aun cuando Roberto Fernández Retamar, quien acudió a recibirlo, manejaba al dedillo los conceptos del autor de “El libro de los abrazos”, un abanico de frases como: “Cuando el estado es el dueño de todo y hace todo, a la corta o a la larga lo hace todo mal”, “No creo en un partido único, sólo en la diversidad” o “Los medios de comunicación en manos del estado, limitan que los ciudadanos se expresen de verdad”, martilleaban sus oídos, tras el constante retumbar entre las paredes, al tiempo que maldecía las filosas preguntas de una prensa internacional, conocedora del lugar exacto hacia donde lanzar los dardos.

Pero en mi cabeza quedó posicionada aquella sentencia: “El socialismo es el período de tránsito entre el capitalismo y el capitalismo”. Entonces pensé: “Cuba no será la excepción”.

Por estos días la rememoraba, en una de las habituales tertulias sobre la isla que invaden los más inusitados rincones de esta ciudad de Miami.

En el caso cubano lo reafirma la disfuncionalidad de la economía ante la carencia de un modelo de desarrollo que revierta la crisis estructural del país. Muchos estuvimos expectantes al finalizar el 2017, esperando que se anunciara, por segundo año consecutivo, la continuidad de la recesión económica. Era una noticia de perogrullo. Máxime cuando los estragos del huracán Irma generaron allí pérdidas superiores a los 13.000 millones

Sin embargo, algunos economistas oficialistas y hasta integrantes de la izquierda en América Latina, enarbolaron como un triunfo la cifra dada a conocer por el estado de un crecimiento del 1.6 % del P.I.B. al cierre del año. Mientras los partidarios de un sistema estatista, del mercado socialista, y quienes sueñan con la existencia de un sistema autosugestionado, perviven en un escenario plagado de fracasos, pues la economía estatal es cada vez más ineficiente, los propietarios privados, cuentrapropistas, son objeto de una furibunda represión y el verticalismo se acentúa en todos los estamentos gubernamentales.

El solo análisis del comportamiento de las exportaciones de bienes y servicios en el 2017 denota su tendencia a la contracción, condicionando el ascenso de la deuda externa, al depender las producciones de la importación de materias primas.

En modo alguno es paradójico que el estado reprima constantemente a los propietarios privados, como reafirmaron las medidas decretadas en el mes de agosto del pasado año. Obedece a la necesidad de frenar el auge de la Segunda Economía, como la definió el teórico esloveno Slavko Splichal, columna vertebral, junto a la Inversión Extranjera, del tránsito al capitalismo en Cuba. Ellos son, además, los pilares para romper con el estancamiento de una economía que se situó como una de las tres con mayores dinámicas de crecimiento en la América Latina y el Caribe en 1958.

Los emprendedores cubanos han reafirmado sus potencialidades en los últimos cinco años. Pero aun cuando el rol de la Segunda Economía sea fundamental para generar una transformación en el país, estará acompañada por la acentuación de las presiones sociales, resultado de la paulatina ruptura de la actual inercia del pensamiento que, finalmente, deconstruirá el modelo de dominación vigente.

Fenómenos como la recuperación de la identidad de la oposición cubana, destruida desde inicios de la década de los sesenta, al ser víctima de la construcción de un imaginario que la presenta como apéndice del gobierno estadounidense, la acentuación del conflicto entre el estado y la sociedad civil, privada esta última del derecho a ejercer el poder, unido a la toma de conciencia del pueblo de que sólo el tránsito hacia un nuevo modelo puede llevar hacia adelante al país, tributarán a voluntad de cambio de los cubanos.

Entonces se podrá desarrollar una estrategia coherente e inclusiva donde, más allá de transformaciones políticas que eliminen las barreras excluyentes para quienes viven dentro y fuera de la nación caribeña, Cuba experimentará una verdadera apertura a los mercados internacionales, incluyendo a Estados Unidos, su principal socio comercial desde que fue decretado el Código de Comercio Cubano en 1812.

Las transformaciones sociales obedecen a razones multicausales, pero la Segunda Economía devino uno de los principales catalizadores del cambio en los países socialistas de Europa del Este y en el caso cubano no será la excepción. Reafirmando al actual modelo de socialismo burocrático, como inevitable período de tránsito entre el capitalismo y el capitalismo, como sentenció, con profunda carga de ironía, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, aquella noche invernal del 2012.

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