viernes, marzo 29, 2024
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Reproches y alabanzas en el adiós al cardenal cubano Jaime Ortega

El fallecido jerarca de la Iglesia católica en La Habana deja un legado de sentimientos encontrados por su labor mediadora entre el régimen castrista, Estados Unidos y la oposición

Por DANIEL CASTROPÉ

Alabado por unos y criticado por otros murió el viernes 26 de julio el cardenal Jaime Ortega y Alamino, reconocido jerarca de la Iglesia católica cubana que en su momento sirvió de mediador entre Estados Unidos y el régimen de La Habana, y a quien un sector importante de los opositores señalan de no haber dado su respaldo a la causa por la libertad de su país.

Tras casi 35 años como arzobispo de La Habana, el presbítero abandonó el cargo en 2016 cuando ya padecía un cáncer de páncreas en fase terminal. Ortega y Alamino llevó a cabo su labor pastoral en medio de las dificultades que el castrismo impuso a las prácticas religiosas en la isla.

Al religioso se le recuerda por su rol de intermediario de los diálogos entre Cuba y Estados Unidos, y también se le atribuye participación en el reinicio de las relaciones entre ambos países en 2014, luego de que los mandatarios Raúl Castro y Barack Obama habían iniciado antes conversaciones secretas y pidieran la intervención de su santidad, el papa Francisco.

Independientemente de este papel mediador, la cercanía que al menos públicamente mostró hacia la jerarquía del poder en Cuba, le valió innumerables cuestionamientos. Una de las críticas de las que Ortega fue objeto surgió ante su negativa de respaldar abiertamente a Las Damas de Blanco, organización integrada por esposas y madres de presos políticos que abogan no sólo por las excarcelación de los prisioneros de conciencia, sino también por los derechos violados a la población.

Ortega y Alamino lideró las negociaciones para que el papa Juan Pablo II realizara su viaje a Cuba en 1998, y también intercedió con el gobierno de España para la operación que permitió la excarcelación en 2010 de cerca de un centenar de opositores que habían sido condenados a largas penas de cárcel durante la oleada represiva de 2003, identificada como Primavera Negra.

La mayoría de los opositores excarcelados en ese momento tuvieron la única opción de abandonar el país junto a sus familias. En caso de que decidieran permanecer en Cuba, sólo podrían hacerlo bajo condición de licencia extrapenal, lo cual implica que tienen limitada la libertad de movimiento, incluso dentro del propio territorio nacional y que además, pueden ser nuevamente apresados cuando el régimen así lo determine.

“Importante y controversial”

El arzobispo de Miami, Thomas Wenski, al conocer de la muerte del cardenal Ortega dijo que este “fue un hombre importante de la Iglesia, a la vez que controversial, que jugó un papel crítico al ganar ‘más espacios’ para que la Iglesia católica cubana pudiera ejercer su misión evangelizadora en el país marxista”.

En opinión de monseñor Wenski, Ortega y Alamino “fue clave para recibir la visita de tres papas y negociar la libertad de presos políticos” en Cuba, y pidió que su alma “descanse en paz”.

La Arquidiócesis de Miami informó que monseñor Wenski estuvo en Cuba el 13 de julio pasado para participar en la instalación del nuevo obispo de la Diócesis de Pinar del Río, monseñor Juan de Dios Hernández.

De acuerdo con una comunicación de la institución religiosa, “al llegar a La Habana la noche del 12 de julio, monseñor Wenski participó en una misa con el arzobispo de La Habana, monseñor Juan García, en la habitación del cardenal Ortega”, que ya estaba, según Wenski, “preparándose para su transición a la vida eterna”.

En sus últimos años como arzobispo emérito de La Habana, al cardenal Ortega y Alamino no se le veía mucho en público, según reportes conocidos desde la capital cubana.

A lo largo de 55 años de sacerdocio, el religioso se desempeñó como párroco, profesor de seminario y durante 41 años en su condición de obispo, 38 de estos como arzobispo de La Habana y 16 como cardenal. Había nacido el 18 de octubre de 1936 en el poblado de Jagüey Grande, en la provincia de Matanzas.

Ermita exalta al cardenal

Por su parte, en una declaración enviada a los medios, el rector del santuario nacional de la Ermita de la Caridad, Fernando Hería dijo que su congregación se “une en oración” por el “eterno descanso del cardenal Jaime Ortega” [quien falleció] por una enfermedad con la que “venía batallando desde hace algún tiempo”.

En su comunicación, el padre Hería hizo un recorrido por la vida personal y religiosa de Ortega y Alamino, al tiempo que exaltó sus labores como cardenal y su participación en importantes eventos relacionados con la Iglesia.

Agregó que “a pesar de las restricciones existentes en Cuba, el 8 de septiembre de 1993, Jaime Ortega, junto al arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Claro Meurice Estiú, y los obispos de las distintas diócesis de Cuba redactaron el documento conocido como Carta Pastoral ‘El Amor todo lo Espera’”, que provocó gran controversia con las autoridades gubernamentales.

El rector de La Ermita recordó que ese documento “levantó duras críticas por parte del gobierno [cubano], así como ataques por parte de la prensa oficial, la cual, sin embargo, nunca publicó dicho documento”.

Como arzobispo de La Habana, Ortega y Alamino reconoció que no siempre fue entendido por algunos segmentos del exilio. No obstante, el presbítero se consideraba a sí mismo como el “cardenal de todos los cubanos”.

Aseguraba reconocer el dolor de los exiliados cubanos, su esfuerzo por mantener viva la identidad cubana y sus aportaciones a la cultura.

Durante una ceremonia en la que tuvo participación en St. Thomas University, en Miami Gardens, Ortega admitió que “en el futuro será imposible escribir la historia de Cuba sin estudiar la contribución que han hecho a ella los cubanos que en estos años han vivido fuera de nuestro país”.

“Ayudó poco al pueblo”

Sin embargo, el escritor y activista cubano Orlando Luis Pardo Lazo afirmó que “el cardenal católico ayudó muy poco al pueblo cubano, en nuestra larga lucha por la democracia”.

En este sentido -sostuvo-, el religioso “minimizó la misión social de la Iglesia y, de algún modo, favoreció la moral materialista del gobierno ateo que rige en la isla desde hace 60 años”.

De acuerdo con el opositor que realiza un doctorado en Literatura Comparada en la Universidad Washington, la elección de Jaime Ortega como cardenal en 1994 implicó un “pacto cómplice de no agresión entre El Vaticano y La Habana”.

“Por desgracia para él y para todos los cubanos, Jaime Ortega y Alamino pasará a la historia más como un ministro de asuntos religiosos del castrismo que como el pastor que tanto necesitan los fieles cubanos para encontrar la luz del espíritu al final del túnel totalitario”, puntualizó el joven opositor.

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