jueves, marzo 28, 2024
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Muere Winnie Mandela, la «madre de la nación» surafricana

Muere Winnie Mandela, la "madre de la nación" surafricana

Habitaban dos personalidades distantes en el cuerpo de Winnie Mandela, fallecida este lunes en un hospital de Johannesburgo a la edad de 81 años víctima de una larga enfermedad.

Es una manera de verlo. Otra es asumir a la antigua esposa del expresidente Nelson Mandela como un personaje poliédrico y contradictorio, inmune a la consistencia, la mujer que será recordada tanto por su lucha contra el ‘apartheid’ como por su condena en tanto que cómplice de asesinato; tanto por el coraje que demostró mientras su marido pasaba 27 años en prisión como por su ambición desbordante, que la condujo a pedir su parte de premio Nobel durante el juicio de divorcio. Ha muerto Winnie Mandela. Ha muerto un personaje imposible de definir.

Su padre era un pastor protestante de la tribu xhosa que dio muestras de clarividencia al bautizarla con el nombre de Nomzano, «el que va a sufrir muchos juicios». Nomzano Zanyiwe Winnifred Madikizela nació en 1934 en Bizana, en el este del país, en una familia pobre y numerosa, vivió en Ciudad del Cabo y más tarde en Johannesburgo, donde, en pleno ‘apartheid’, se convirtió en la primera asistenta social negra del país. Allí conoció a Nelson Mandela, un brillante abogado 18 años mayor que ella y activista del clandestino Consejo Nacional Africano (CNA), con quien contrajo matrimonio en 1958. La convivencia, sin embargo, duró solo cuatro años: en 1962, su marido fue encarcelado y ella se quedó sola con dos hijas pequeñas.

La mujer más perseguida

Fue probablemente en ese momento cuando empezó a forjarse la Winnie legendaria que hoy lloran en Sudáfrica, «la madre de la nación», «la pasionaria del ‘apartheid'», como se ha dado en llamarla. Todo el respeto que se granjeó entre la población de los ‘townships’ (las zonas urbanas negras subdesarrolladas y segregadas) lo empezó a cosechar cuando el régimen se metió en su vida, y cuando ella, en respuesta, optó por enfrentarse al régimen. Acosada y vigilada por los servicios de seguridad, Mandela no se dejó arredrar y se alzó como una de las pocas voces capaces de desafiar al poder establecido desde el interior del país. Inevitablemente se convirtió en una figura clave del CNA, la mujer que en sus discursos pedía a los colegiales de Soweto «luchar hasta el final». «La mujer más perseguida del país», escribía la prensa anglófona liberal.

Entre 1969 y 1975 entró y salió de la cárcel varias veces hasta acumular 17 meses de encierro. Fue objeto de dos atentados con bomba en el suburbio de las afueras de Johannesburgo donde el régimen pretendía mantenerla aislada, pero siempre siguió adelante dando muestras de una valentía y una capacidad de lucha poco habituales. Hasta que un día todo cambió: cambió con el fin del ‘apartheid’. Cambió con la salida de su marido de prisión. Cambió el país entero, y una de las consecuencias fue que muchos asuntos que hasta entonces habían estado ocultos salieron a la luz. De todo tipo. Incluidos los asuntos turbios de Winnie Mandela.

Una milicia a sus órdenes

Cuando empezaron a llover las acusaciones –la primera por complicidad en el asesinato del joven Stompie Seipei, un supuesto confidente de la policía del ‘apartheid’–, muchos recordaron un discurso que había pronunciado en 1986 en el que animaba a los sudafricanos a «liberarse» con «cajas de cerillas», en referencia a la práctica ya en boga de eliminar a los traidores a la causa con un collar de neumáticos al que se prendía fuego. Era un llamamiento público a matar que incomodó, por decirlo suavemente, a muchos de sus correligionarios de la CNA. Más tarde se supo que algunos miembros del conocido como Mandela United Football Club (MUFC), una milicia que, a pesar de su nombre, jamás jugó partido de fútbol alguno, perpetraron esa y otras atrocidades por orden de la madre de la nación. Las víctimas: traidores a la causa, sí, pero también gente que simplemente la incomodaba.

Estas acusaciones fueron aireadas en la Comisión de la Verdad, que la citó a declarar en 1997. Los testigos describieron un «régimen de terror» instaurado por Winnie Mandela sirviéndose de su condición de portaestandarte de la causa contra el ‘apartheid’, pero ella se defendió con el argumento de que se trataba de «alegaciones ridículas» y «fabricaciones patéticas», y que era víctima de una campaña de –es antológico– ‘winniefobia’. En 1998, la comisión la declaró «política y moralmente culpable de las graves violaciones de los derechos humanos» cometidas por el MUFC. Siete años atrás, en 1991, el juez del ‘caso Seipei’ la había hallado culpable de complicidad y condenado a seis años de cárcel. Mandela apeló y la pena se convirtió en multa.

«Algo salió mal»

«Era una formidable musa de la lucha, un icono de la liberación –trató de explicar en su día el premio Nobel de la Paz y amigo de Nelson Mandela Desmond Tutu–. Y luego, algo salió terriblemente mal». La indestructible Winnie Mandela aun enfrentó varias acusaciones por corrupción y fraude, pero en general salió bien librada. Fue diputada desde 1994 hasta su muerte, es decir que nunca perdió el apoyo popular. La defensora de los pobres y los oprimidos era amiga del lujo, de las grandes marcas, de cierto desenfreno: era parte de su doble, triple, cuádruple personalidad. En el juicio por divorcio –1996– salieron a la luz sus infidelidades. Allí, ante el juez, obligado a hablar de su intimidad, Nelson Mandela declaró: «Nunca me sentí tan solo como durante los años que viví con Winnie tras mi liberación». Lo decía un hombre que había estado casi tres décadas en prisión.

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