viernes, marzo 29, 2024
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En Cuba, Miguel Díaz-Canel sigue en modo de exploración

En Cuba, Miguel Díaz-Canel sigue en modo de exploración

La mayoría de los cubanos de a pie le llaman el «presidente en moneda nacional», mientras la entrada de divisas al país la controla un exyerno de Raúl Castro a través de la corporación Gaesa

Por IVÁN GARCÍA

Seis meses y quince días después, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, 57 años, el nuevo presidente designado por Raúl Castro, continúa con su agitada agenda nacional.

Desde su nombramiento oficial como presidente del Consejo de Estado y de Ministros, el 19 de abril de 2018, ha visitado catorce de las quince provincias cubanas (La Habana, Mayabeque, Artemisa, Pinar del Río, Matanzas, Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spiritus, Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas, Holguín, Granma y Santiago de Cuba), solo le falta Guantánamo. También ha estado en el municipio especial Isla de la Juventud, otrora Isla de Pinos.

En esos territorios ha recorrido industrias, centros educacionales, obras en construcción y al final de sus safaris presidenciales se ha dado un baño de masas con los pobladores de cada región.

Con su pelo canoso, peinado al cepillo, ropa informal -por suerte no viste de verde olivo- y con unos kilos de más, el nuevo gobernante no es custodiado por un gigantesco aparato de seguridad personal como el que tenía Fidel Castro.

A diferencia del autócrata fundador de la revolución, Díaz-Canel tiene un discurso chato, aburrido y tercamente previsible. Sus comparecencias son cortas, como si intentara mantenerse en un segundo plano.

Tres o cuatro veces a la semana planifica reuniones ministeriales donde examina la gestión pública con la espalda recostada a una butaca giratoria y su mano derecha apoyada en el mentón, rodeado de pantallas televisivas que ofrecen estadísticas o sirven para una charla audiovisual con primeros secretarios provinciales del partido comunista.

Mientras Fidel Castro intentaba solucionar los problemas a golpe de improvisación y contaba con un gobierno paralelo denominado Grupo de Apoyo al Comandante, que a una orden suya enviaba cemento o camiones a cualquier municipio del país, así como un central azucarero a Nicaragua; Díaz-Canel escucha absorto la sarta de pretextos, salpicados con mentiras, que prolijamente les cuentan sus subordinados, acerca del funcionamiento de las infraestructuras locales.

La percepción existente entre muchos cubanos de a pie es que se trata de un presidente tímido, que aún no se cree que administra los designios de Cuba. Ha dicho públicamente que a menudo escucha consejos de Raúl Castro, su manager político. En los primeros seis de meses de su mandato se ha dedicado a reconocer el terreno. Pero nada ha resuelto.

FOTO: EFE

“El tipo parece que tiene miedo. No debe ser fácil tener sentado al lado en todas esas reuniones, como si fueran dos elegguás, a Ramiro Valdés y Machado Ventura. Díaz-Canel no nació en el extranjero ni vino de otro planeta y como todos los cubanos sabe que los asuntos más acuciantes que tenemos es la escasez de comida, el alto precio de los alimentos, los bajos salarios, el déficit de viviendas, pésimo transporte público, escasez de agua, recogida de basura y un retroceso tremendo en la calidad de la educación y la salud pública.

A pesar del aumento de la pensión mínima de 200 pesos (7.50 dólares) a 242 pesos (9 dólares), aprobada a partir del 1 de noviembre, las pensiones siguen siendo muy bajas y por eso los jubilados tienen que salir a la calle a vender maní, cigarros sueltos o periódicos. Díaz-Canel no parece una mala persona, pero no acaba de remangarse la camisa y resolver nuestros problemas”, opina Clarisa, empleada bancaria.

En la calle lo que sobran son rumores. Eddy, un mulato que viste un jean azul repleto de parches, en voz baja comenta que un amigo suyo bien posicionado en las altas esferas, le informó que “próximamente anunciarán nuevas medidas aduanales que permitirán importar a los cubanos. Creo que el hombre (Díaz-Canel) está ganando tiempo. Ya Cuba no aguanta una mentira más. Pero las cosas tiene que hacerlas despacio, por la mafia que hay allá arriba”.

Para Mara, estudiante universitaria, tiempo y paciencia es algo que no sobra entre la gente. “Yo me maravillo con la calma que nuestros líderes políticos abordan las cosas. Es que llevan muchos años atornillados en el poder. No se fijan metas ni plazos para solucionar los problemas en el menor tiempo posible. Todo es muela y cháchara. Y mientras, desayunar, almorzar y comer cada día sigue siendo un lujo, las casas se derrumban, las calles están rotas y llenas de inmundicias, lejos de mejorar, el transporte empeora y muchos medicamentos siguen desaparecidos, entre otras desgracias que padecemos. Desde hace 60 años le vienen haciendo promesas al pueblo que después no cumplen. Todavía estamos esperando por el vaso de leche de Raúl Castro. El nombramiento de Díaz-Canel no generó demasiadas expectativas. Parece un hombre honesto, pero es como si le quedara grande el puesto de presidente”.

Diego, empleado del servicio comunal, hace una mueca cuando se le pregunta sobre el nuevo gobernante. “El hombre cumple órdenes. Es una especie de mayoral, como los que antes había en las fincas. En Cuba todo el mundo sabe que quiénes aquí mandan son los militares. Díaz-Canel ni pincha ni corta”.

Carlos, sociólogo, tiene más preguntas que respuestas a la hora de valorar la gestión de Díaz-Canel. “Todavía no ha decretado una medida importante que busque solucionar alguno de los muchísimos problemas que padece la población. Que se sepa, no se ha sentado con GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.), empresa militar que dirige Luis Alberto López-Calleja, ex yerno de Raúl Castro. GAESA tiene cogido el sartén por el mango, no reporta sus estadísticas ni publica sus cuentas. No se puede gobernar una nación cuando un holding gestiona el 95 por ciento de las divisas que entran al país, sin dar la cara. Por ello, en broma a Díaz-Canel le llaman ‘el presidente en moneda nacional’. Más que un presidente, me parece un intermediario. Ojalá en el futuro me haga cambiar de opinión”.

Orlando, emprendedor privado, no piensa que “Díaz-Canel tenga la culpa por las nuevas medidas anunciadas y que indiscutiblemente afectarán el trabajo por cuenta propia. Eso estaba cocinado desde que mandaba Raúl. Pero el descontento, tanto de los cuentapropistas como de los cubanos en general, por la cantidad de problemas acumulados que jamás se resuelven, lo va a recibir Díaz-Canel”.

Aunque la represión a la disidencia y el acoso a periodistas independientes continúa, la liberación del activista santiaguero Tomás Núñez Magdariaga y de la abogada habanera Marienys Pavó Oñate tiene diferentes lecturas.

Los dos casos eran violaciones flagrantes de las leyes cubanas. Magdariaga, debilitado tras 62 días en huelga de hambre, pudo morir en la cárcel. Y Marienys recluida seis años y tres meses por simple capricho de la Seguridad del Estado.

“La presión internacional hizo lo suyo y fueron excarcelados. Pero desde mi perspectiva, ni Díaz-Canel ni sus asesores detrás de bambalinas quieren manchar sus manos de sangre. Directamente él no es el culpable del desastre económico y productivo de Cuba ni de la aspiración de emigrar de una mayoría de jóvenes. Por ahora es solo un peón, pero con el tiempo puede convertirse en una pieza de más valor”, señala una fuente diplomática.

Fidel Castro siempre gobernó en modo encendido, nunca se apagaba, y administraba la Isla como si fuera una hacienda de su propiedad. Raúl Castro tuvo un quinquenio de atrevimiento, reformas económicas y establecimiento de relaciones con Estados Unidos. Luego comenzó a hibernar. Miguel Díaz-Canel funciona en modo de exploración. Es el presidente, aunque no lo parece.

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